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2 de septiembre de 2022

Rossana Loreto Vidal

"Conocí marcadamente [con el proceso constituyente] cómo las mujeres nos ponemos de pie en las condiciones más complejas, el valor de la resiliencia, pero a toda prueba."

Entrevista con Rossana Loreto Vidal (52), ex constituyente independiente, enfermera y abogada. Entró a la Convención de la mano de La Lista del Pueblo, pero fue la primera en irse de ese bloque. Fue autora de la propuesta del Consejo Nacional de Bioética, e impulsó otras normas sobre bioética en el borrador.

¿Cumplió con sus expectativas este proceso?

Parcialmente, porque yo tenía una expectativa un poco ilusoria, tal vez, de lograr que la deliberación respetuosa, profunda, se hiciera presente en el proceso y me parece que no fue así. Ese fue el descontento y gusto amargo que me queda. La intención para mí era hacer una nueva forma de hacer política, creo que no nos resultó porque estaba muy invadido el espacio por una política muy arcaica. No fue buena idea que muchos y muchas probablemente se olvidaran de que había que dejar el personaje en la casa e ir con la persona.

En todo lo demás, sí. Yo me vine transformada, con un aprendizaje profundo, con el conocimiento muy intenso de la diversidad que existe en nuestro país, de lo distintos y distantes que podemos ser a veces, pero cuando tienes la voluntad de mirar al otro a los ojos, creo que cambia. Y creo que pude hacerlo con al menos más de 100 compañeros y compañeras. Hice buenos amigos y buenos vínculos humanos.

¿Qué aprendió de esta experiencia?

Vine a darle valor a algo que vengo trabajando hace mucho rato. Yo creo en que los seres humanos tenemos el derecho de cambiar de opinión y tenemos el deber de aceptar eso como una forma natural de la vida. Cuando tú te cierras en una sola posición, nunca avanzas, entonces yo iba con la férrea intención de dejarme impactar y ser impactante y creo que eso es un aprendizaje. 

Conocí también marcadamente cómo las mujeres nos ponemos de pie en las condiciones más complejas, el valor de la resiliencia, pero a toda prueba; también la aprendí ahí y ese fue mi principal aprendizaje. Yo pensaba hacer una especie de doctorado en humanidades, decía yo, pero no aprobé el curso completo porque algunos me tuvieron al límite, y a ratos de verdad tuve que hacer un esfuerzo enorme por contenerme, porque a ratos las cosas no estuvieron bien.

¿Qué rol cree que tuvieron las mujeres en esta Convención?

Decisivo, absolutamente. Querámoslo o no, a pesar de que hay algunas compañeras mujeres que se ríen y se mofan de la emocionalidad que algunas de nosotras pudimos plasmar durante el proceso, creo que fuimos valientes, capaces de mostrarnos tal cual somos y trabajar no solo con nuestra parte intelectual sino con nuestro cerebro emocional para el logro de objetivos.

Fuimos mujeres inteligentes, valientes y poderosas. Las mujeres tenemos un liderazgo mucho más potente sin tener que alzar la voz y sin tener que golpear la mesa, sino que hacerlo de manera más inteligente. Hicimos gala de inteligencia, creo yo, las mujeres. No todas, algunas de verdad que, bueno, marcaron el punto más negativo en este ámbito, pero es un tema de contexto. No puedes transmitir lo que no has vivido y no quieres vivir o ver.

¿En qué cosas cree que se innovó en este proyecto de Constitución?

Esta Constitución está ajustada a los tiempos, esa es la verdad. Hace 40 años atrás no se podría haber escrito lo que escribimos ahora. En medio de una crisis climática, de marca mayor, que no afecta solo a Chile sino al mundo, pudimos reconocer los derechos de la naturaleza y la naturaleza como sujeto de derecho. Eso es un avance, una innovación a todas luces.

El haber podido instalar por primera vez en una Constitución el derecho a beneficiarse de los conocimientos y tener acceso a ellos y desde la investigación podamos tomar políticas públicas es fantástico. Por primera vez instalamos el concepto de la bioética; e instalamos algo tan importante para mí. Siempre las constituciones marcan el derecho a la vida, pero la vida tiene una salida, que es la muerte, y nunca hablamos de la muerte. E instalamos la muerte digna y el derecho a los cuidados paliativos.

Esto fue escribir una constitución en el siglo XXI, y creo que estuvimos a la altura en ese sentido. Y quien quiera decir lo contrario está tratando de denostar el proceso. 

¿Qué cosas lograron las mujeres en la Convención?

Logramos instalar aquellas cosas que para nosotras eran importantes y los consensos en aquellos temas que eran relevantes: Derechos sexuales y reproductivos, educación sexual integral. Instalamos el derecho a cuidar y ser cuidados. La Constitución está teñida de esa sabiduría profunda que tenemos las mujeres respecto de qué es lo que te importa. A todos nos importa cuidar y ser cuidados. Lo pusimos al centro, como columna vertebral, y eso es fundamental. Logramos darle valor a la paridad y decir con bastante claridad y fuerza que vinimos para quedarnos, y creo que eso es indiscutible. Me atrevería a decir que las voces más potentes de la Convención fueron de mujeres, no de hombres.

Se ha dicho que esta es la Constitución de Marcos Barraza o de Fernando Atria, suelen ser hombres los que aparecen ahí. ¿Por qué cree que se ha dado eso?

Por ustedes. Esa es la verdad. Ustedes, los periodistas, insistieron en poner el foco en los mismos. Y solamente hicieron foco en algunos de nosotros cuando se trataba de temas mediáticos que estaban más asociados a la parafernalia del día, a estas cosas que son noticiosas, pero casi para novela rosa, y no a lo que era importante.

Cuando nosotros levantamos temas importantes no tuvimos mucho espacio las mujeres. Los medios de comunicación no nos ayudaron, se quedaron con el pasado siempre y pocas veces salieron de ahí. Y cuando salieron mujeres, salieron las mismas mujeres de siempre, las que están en los medios: las periodistas y nadie más. Y creo que eso nos hizo mal.

En ese sentido, ¿cree que la paridad de género como se pensó e instaló en la Convención fue suficiente para garantizar la igualdad de participación e igualdad entre hombres y mujeres o faltó algo más?

No, pero creo que lo que hicimos ahí fue apenas el esqueleto del cuerpo que queremos que finalmente empiece a darle vida a este nuevo Chile. Habría que ponerle musculatura, vasos sanguíneos, y eso es progresivo. Y eso no se dio en un proceso que al final del día dura lo que dura la edad gestacional.

Era muy complejo que llegando nos pusiéramos todos de acuerdo sin conocernos y que casi fuera una realidad esto. Sí se dejaron las bases para que la paridad se haga cada vez más potente y cada vez más una realidad. Pero no sé qué faltó. Faltó tiempo, y el tiempo lo va a dar el paso de los años, para que vayamos avanzando.

Se lo preguntaba porque otras ex convencionales comentaban que la paridad fue un avance pero que había cosas que la Convención no pudo hacerse cargo, como el tema de los cuidados, y que eso terminaba afectando la participación de las mujeres.

Claro que sí. Yo fui una de las principales impulsoras respecto del cuidado e hicimos muchos esfuerzos porque eso ocurriera en los primeros meses, pero después fue todo una vorágine y al final del día creo que una muestra real de cuán importante para cada una de las mujeres que estabamos ahí era el proceso, que incluso fuimos capaces de renunciar a aquello que era tan importantes para nosotros.

Una convencional de derecha en algún momento me increpó para decirme, “Loreto, tú que impulsabas tanto el tema de los cuidados, es inhumano que estemos hasta estas horas de la noche. Yo tengo hijos, no los veo hace tanto, ¿por qué no pedimos más tiempo?”. Yo le dije, “que tu sector lo pida. Haz un oficio, que tu sector lo pida”.

Porque el gran riesgo era que si nosotras empezábamos a irnos por ese lado, deslegitimábamos el proceso. Jamás se iba a comprender que eso tenía un sentido respecto a la paridad, sino que más bien era una forma y un arma encubierta para denostar y descalificar el proceso.

¿Cómo fue personalmente su experiencia de tener que estar participando de conversaciones políticas, que antes de la Convención no eran la tónica para usted?

Debo reconocer que me di cuenta y al poco andar que mi en mi ser, este animal político de toda la vida, estaba ahí, más presente que nunca. Para mí fue interesante, fue un aprendizaje, descubrir los enormes laberintos que existen dentro de esto que denominamos política y que a la política le falta algo en nuestro país: el considerar que la ética no es acomodaticia y que cuando no tengamos ese concepto al centro es una complejidad, porque empiezas a transar. 

Es válido negociar, pero al consenso se llega teniendo también un espectro valórico que hay que salvaguardar. Y ahí hay una cuestión llamativa: ver cómo tomábamos acuerdos y en el pleno pasaba todo lo contrario. Aprendí a conocer quién era el grupo político más respetado dentro de estos movimientos políticos y quiénes están muy alejados de lo que yo quisiera pensar que es la política. 

Así que para mí fue interesante, me gusta mucho deliberar, pero ese no era el entorno. Nunca me alcanzó el tiempo, nunca se deliberó, siempre se puso una postura contra otra. 

A pesar de esto, ¿le gustaría volver a participar de una instancia de política institucional?

Si me lo preguntas antes, yo hubiera dicho que no participaría de nuevo, pero ahora, dándome cuenta del impacto que puedes tener, la incidencia que puedes tener… Tenemos una Constitución que en el artículo 98 y 99 están los principios de la bioética y el Consejo Nacional de Bioética. Si yo no hubiera tomado la decisión de participar en esto, no hay ninguna posibilidad de que alguien lo haya instalado. 

Hay cosas que uno puede aportar que a lo mejor nunca se han tratado, a lo mejor no tienen la mirada que tú has recogido desde tu comunidad, entonces la respuesta es sí. Pero no de forma aspiracional, sino de responder a la demanda del entorno en el que estás. 

¿Qué imagen cree que se transmitió hacia afuera del trabajo de las mujeres de la Convención?

Yo sentía vergüenza muchas veces y pudor al escuchar a algunas de mis compañeras. Podríamos haber habido 10 que intentábamos posicionar la forma de liderar y bastaba una o dos o tres de ellas que echaban a perder el entorno.  Pero a pesar de aquello, siento que las mujeres transmitimos una forma de liderar de manera distinta.

¿Cree que faltó emoción en el proceso?

Se ridiculizó el valor de la emocionalidad sin darle importancia a aquello y creo que hay un libro hermoso, para mí muy importante, que dice «es emocionante poder emocionarse». Mientras mantenemos la posibilidad de emocionarnos, tenemos la posibilidad real de aprender a ver con otros ojos, al mundo, al entorno. 

Todos los días me levantaba pensando ¿cómo lo haría si no tuviera miedo? Miedo al ridículo, a que me digan que era demasiado emocional, y actué desde el no tener miedo. Y creo que muchas preferían lo contrario, me decían «Lore, no respondas». Yo respondí lo que tenía que responder. Pero yo viví más de medio siglo y había compañeras que habían vivido la mitad de mi vida, entonces, creo que estuve bien a la altura. Pero le faltó un poco de emoción, se denostó la emoción. 

Igual fue un proceso muy épico. Una épica que la derecha ni siquiera sabe lo que significa. Por eso siempre vamos a tener esa herramienta a nuestro favor.

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