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1 de septiembre de 2022

Adriana Ampuero

"Lo que más valoro del proceso es la posibilidad de trabajar con gente muy distinta, que piensa muy distinto, y aprender a ceder, a trabajar en equipo, llegar a consenso. Eso es nuevo para mí, porque la política que yo hago está más bien centrada en asambleas y organizaciones territoriales, donde existe cierta horizontalidad. En política no existe esa horizontalidad. Hay partidos con una trayectoria y maquinaria política más amplia. Tú no llegas en igualdad de condiciones a una asamblea territorial que a una discusión o debate político en un órgano de representación."

¿Cumplió sus expectativas este proceso? 

Era mi primer cargo, así que era más bien experimental para mí. Me hubiera gustado que fuera un proceso más largo, probablemente un año y medio o dos años, que nos dieran el tiempo para deliberar con más calma. Era un proyecto importante para el país que debió haberse tomado con más tiempo para recibir audiencias, dialogar, y en ese sentido, más técnico, no cumplió con mis expectativas.

Respecto de las relaciones políticas que se vivieron al interior y los logros políticos que se empujaron, el proceso constituyente respondió a mis expectativas. No a todas, obviamente, pero se lograron empujar cambios que eran importantes para el país y eso me alegra. Lo evalúo como una experiencia positiva.

¿Tuvo alguna dificultad en el rol de constituyente?

Sí, varias, porque además soy del sur, vivo en un archipiélago. Este proceso implicó dejar de lado a la familia y fue muy complejo de sobrellevar. Por otro lado, tomé una decisión muy complicada al interior de la Convención que fue permanecer independiente, sin piños políticos. Me mantuve inscrita en el comité «mixtos», no ingresé formalmente a ningún conglomerado político, ni independiente ni de partidos, entonces me costó el doble.

Pero creo que se logró, fui de hecho coordinadora de una comisión, que es una especie de anomalía para quienes nos mantuvimos independientes. Las confianzas las fui tejiendo desde lo humano y creo que eso de una u otra forma funcionó, sin perjuicio de que es más complejo moverse en un ambiente así sin tener grupo político.

¿Cómo fue su experiencia como mujer en la Convención? Siempre se ha dicho que la política está mayormente masculinizada.

Yo pertenezco a un movimiento territorial que es sumamente político, entonces mi diario vivir en cuanto a política implica mucha argumentación con hombres. Soy la única miembro de la comisión política de mi movimiento que es mujer. Mi experiencia no fue extraña ni mala, lo disfruté, lo pasé bien.

Sí creo que hay un sesgo más bien con la mujer de regiones, del sur, de la ruralidad. Ahí hay una doble complejidad, no solo por ser mujer, sino también por un aspecto centralista. Además, se espera que las mujeres cumplan ciertos roles. Una mujer, abogada, académica, efectivamente tiene más voz o le cuesta menos tener voz en estos procesos que a una profesora rural.

En ese sentido, el hecho de que sea egresada de Derecho ayuda porque manejaba el tecnicismo, el lenguaje en el que se redactaban las normas, y eso fue un plus. Pienso que si hubiese sido dentista o profesora hubiera sido más complejo el diálogo. Y creo que ahí, agruparnos como mujeres bajo la Colectiva Feminista, fue un plus, porque nos permitió a todas empujar juntas ciertas materias.

¿Qué consecuencias cree que tuvo la paridad de género en la Convención?

Estoy segura de que el derecho a los cuidados o la interrupción voluntaria del embarazo jamás se habría abordado en la Convención de no ser por las mujeres. La paridad influyó totalmente en el proceso. Tenemos una Constitución feminista y no solo porque tiene algunos artículos que van relacionados a la equidad de género o a las mujeres de Chile. Es una Constitución feminista porque el feminismo es un item que permea todo el texto constitucional.

Lograr eso fue complejo. Con la Colectiva Feminista armamos un catálogo de derechos para que esta temática estuviera presente en todas las comisiones, incluso en comisiones donde probablemente los demás no se esperaban que estuvieran, como la de Forma de Estado, ¿qué tenía que ver el feminismo con eso? Sin embargo, en el catálogo de derechos de la ruralidad, incorporamos derechos para mujeres rurales, e incorporamos paridad de género en los órganos de representación regional y local.

Fue un trabajo coordinado que finalmente terminó convirtiendo la Constitución en una Constitución feminista e innovando en muchos derechos que no están presentes en otras constituciones en el derecho comparado. Creo que ahí hay genuinamente una innovación en esta nueva Constitución, impulsada por la paridad de género.

¿En qué se innovó, a su juicio?

En el derecho de los cuidados, en el catálogo de derechos sexuales y reproductivos, donde no solo se habla de la maternidad voluntaria. Se innovó en la paridad de género a nivel regional y local, en el catálogo de derechos de la ruralidad. Esas son probablemente temáticas que no están en textos constitucionales del derecho comparado, creo que hay cosas bien interesante en el catálogo de derechos feministas.

¿Considera que la paridad de género fue suficiente en sí misma para garantizar la misma participación de las mujeres en la Convención?

No creo que la paridad haya sido suficiente por sí misma. Terminó por ser suficiente, pero no fue algo que estuviera dado.

Fue bien interesante lo que se produjo en la coordinación en la etapa reglamentaria que ejercimos Cristina Dorador y yo, porque cuando nosotras ingresamos a la Convención se entendía que la paridad era mitad hombres, mitad mujeres. Nosotras fuimos la primera coordinación con dos mujeres, porque empujamos la idea de que ese tipo de paridad, binaria, era un piso y no un techo para la paridad. Lograr que eso se entendiera fue súper complejo y creo que se marca un hito también ahí. Se rompió el estigma de que la paridad es “un hombre y una mujer”. Esas son cosas que no venían dadas en el proceso, que no estaban subentendidas, sino que tuvimos que lucharlas una vez adentro.

A pesar de los logros que tuvieron como mujeres, ¿considera que tuvieron la misma cobertura mediática que los hombres?

No siento que haya sido brutalmente dispar, pero sí siento que tuvieron más cobertura mediática hombres. Cuando se cubre a una mujer, se la cubre por una polémica, porque dijo algo polémico o lo hizo, o tiene que desmentir algo, como le pasó a Elisa Loncon.

Cuando se preguntaba por materias más técnicas o aspectos más constitucionales, esa entrevista era para Jaime Bassa. Pero cuando se pregunta para desmentir alguna polémica o complejidad del proceso, se acude más bien a Elisa Loncon. Creo que eso pasó en general en todo el proceso. Cuando se busca alguna polémica se acude, no sé, a Giovanna Grandón vestida de algún corpóreo, pero cuando se quiere alguna especificación técnica, se requiere a Fernando Atria.

Se habló de que esta era la Constitución de «Fernando Atria» o de «Marcos Barraza». ¿Considera que hubo una suerte de invisibilización del trabajo de las mujeres en la Convención? 

Creo que hubo una invisibilización de los independientes, súper compleja. He escuchado programas donde dicen que la Constitución ecológica es una creación de Amaya Alvez (del Frente Amplio) y ella estuvo en la comisión de Forma de Estado, no en la de Medio Ambiente.

Para las mujeres independientes hay una doble complejidad, porque no solo eres mujer, sino que además no respondes a la estructura política básica, entonces en realidad se invisibiliza el trabajo que las mujeres independientes hicieron. En el caso de la coordinación de Janis Meneses, por ejemplo, ahí se recurre más a César Valenzuela, un hombre de partidos.

Y en el debate intelectual, a pesar de que hay mujeres muy fuertes en ese debate, como Bárbara Sepúlveda, Tammy Pustilnick o Amaya Alvez, siento que inevitablemente se termina diciendo que esta es una disputa entre hombres. Cuando en realidad, en la interna del proceso constituyente, los debates son pares, nos sentamos en una misma mesa y todos tienen el mismo derecho de opinar e influir en el resultado.

¿Qué aprendió del proceso?

Lo que más valoro del proceso es la posibilidad de trabajar con gente muy distinta, que piensa muy distinto, y aprender a ceder, a trabajar en equipo, llegar a consenso. Eso es nuevo para mí, porque la política que yo hago está más bien centrada en asambleas y organizaciones territoriales, donde existe cierta horizontalidad. En política no existe esa horizontalidad. Hay partidos con una trayectoria y maquinaria política más amplia. Tú no llegas en igualdad de condiciones a una asamblea territorial que a una discusión o debate político en un órgano de representación.

Existen estas disparidades y hay que aprender a trabajar con ellas, y llegar a consenso con personas que piensan absolutamente distinto. Ese fue un ejercicio bonito que se da en los órganos colegiados. Fue interesante y probablemente me va a servir para la vida.

¿Le gustaría seguir participando en política institucional?

En un horizonte cercano, no lo tengo contemplado, pero sí podría ser más adelante. Este es un momento de reflexión, probablemente para tomarme un tiempo en familia, que dejé de lado; tenemos además un año de inhabilidades para postular a cargos públicos, lo que agradezco, porque los ex convencionales tenemos que hacer más bien un trabajo interno en nuestros territorios, creo yo.

En el futuro no lo descarto, pero en este momento me siento cansada, física y emocionalmente. No sé si sería un desafío que aborde en lo inmediato. Probablemente más adelante, porque igual pertenezco a una organización que es política y tiene por definición disputar por dentro y fuera la institucionalidad. Si en algún momento mis compañeros me dicen “Adriana, tienes que dar un paso adelante”, lo voy a dar.

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